jueves, 10 de noviembre de 2016

Entrevista a Jose Palazzo desde México. Novedades de Charly García

Jose Palazzo, el productor y mentor del Cosquín Rock estuvo por México promocionando la versión mexicana del festival rockero. Con este motivo dio una entrevista a la locutora y periodista Olivia Luna para la FM Ruido Blanco y se refirió a Charly García. El disco de canciones nuevas, el del Colon, anécdotas y salud.


Random, el nuevo disco:

Según sus propias palabras “Charly acaba de terminar un `discazo’, un gran disco”, y “el objetivo de Charly es sacarlo”, el productor no cree que llegue a poder hacerlo en diciembre como quisiera pero si a principios del 2017.
Contó que en el disco hay canciones muy “graciosas”, entre ellas una es sobre su odio a los celulares y  como la gente escribe mal en ellos, otra que está  inspirada en la pelea recurrente con un vecino porque García ponía la música muy fuerte. Y que hay otras muy interesantes, como “la máquina de ser feliz” que es muy conceptual; además hay otra dedicada al Negro Garcia López, su guitarrista histórico ya fallecido.
También agregó sobre la placa a salir que en algún tema usa la base de batería de un tema de “The Who” a la cual le puso una canción propia encima, y que algo similar hizo en la canción “La venus de Milo” (tema de la banda Neoyorquina Televisión) que la grabó sobre un tema de Todd Rundgren.


Líneas Paralelas, la película que nunca termina.

En cuanto a lo que fue la gran presentación de García en el Teatro Colon parecería que José tiene mas ganas de que salga el disco y DVD que su propio creador, por lo menos es la impresión que da cuando habla de lo que fue.
“Hicimos venir a Joe Blaney, lo grabó con la consola del teatro Colon en 5.1, se filmó con 27 cámaras, Bernard Fowler (NdR: cantante y además corista de los Rolling Stones) especialmente viajo para grabar en el evento; cuando lo veas te morís” contó entusiasmado.
Dice, además, que el backstage está todo filmado en 16mm blanco y negro y que es “glorioso”, y la demora en la edición es porque Charly le sigue agregando cosas “delirantes” a esta parte.
Se refirió también al libro “Líneas Paralelas”, en el que hay cosas de metafísica y dibujos de todo lo que el músico quería en la escenografía, como los laser al infinito; todo lo que parecía imposible y se terminó haciendo. Así también como la descripción de la noción de sonido de sirena de una ambulancia, que es mas grabe a medida que iba pasando por la redondez de la tierra. Agregó que en el concepto del espectáculo mucho tuvo que ver el padre de Charly, que era físico y matemático,  al que admira mucho.
Sobre lo que fueron los preparativos para el concierto destacó que Charly convenció al director del Teatro Colón para que le dejen hacer el espectáculo y que, al principio, contrato especialmente a una orquesta de musicos clasicos, con la cual tuvo algunas diferencias.
Sobre dichas diferencias rememoró que para hablar con la orquesta había que hablar a través del director, que a su vez se comunicaba con Charly a través de él, o sea Charly-Palazzo-director-músicos. Contó que en el primer ensayo le pasaba las partituras al director y uno de los músicos se quejó con él por tener que tocar “un solo tono” y que “para eso” no era músico del Colon, a lo que Charly le respondió que pegaba con la melodía y la rítmica de la canción. Después, sobre una cartulina improvisó un pentagrama y les escribió el tono y les hizo interpretar una parte del tema de Kashmir de Led Zeppelin en medio de una canción propia; ellos decían que no pegaba, Charly lo escribe de nuevo y se lo pasa -todo a traves del director- y quedo perfecto.
Charly ya medio enojado les dice a los músicos que el violín de la punta derecha estaba desafinado y que eso se lo tendría que haber dicho el director, ¡uno entre 14 violines!
“A partir de ahí y en el intervalo del ensayo los músicos empezaron a entablar una relación con él directamente separándose de la idea del Charly de los escándalos y el Charly músico donde es genial y divertido” concluyó.
Finalmente Charly terminaría diciendo que “discutir con 50 músicos era demasiado” quedándose con dos cuartetos de cuerdas dirigidos por el compositor y arreglador Patricio Villarejo a los que bautizó “Orquesta Kashmir”.


Una anécdota

En medio de la charla José contó una graciosa anécdota sobre Todd Rundgren, el autor de “Infuenza”.
Cuando Todd vino a la Argentina como músico de Ringo Starr, se arregló un encuentro con Charly y, entre varias cuestiones que conversaron, Rundgreen le agradeció porque se había enterado de donde salía la plata que le llegaba desde Latinoamérica ¡Era de Sadaic por los derechos de autor generados por la versión del tema que le grabó García!


Los 65 años y la salud de Charly

Si bien Charly aparece relativamente seguido como invitado en shows ajenos, ante la pregunta sobre la posibilidad de que el músico salga de gira, Palazzo opinó que “tiene que dedicarse a grabar discos, ya que se pone muy nervioso tocando en vivo. Es muy meticuloso, está en todos los detalles y hoy tiene una salud medio frágil lo cual no le permite hacerlo por mas que él está con ganas de salir a tocar.” Igualmente destaco su resistencia física.
En cuanto a la vida cotidiana del genio dice que compone todo el tiempo con el I-Pad y está siempre tocando y, por mas problemas de salud que tenga, está en la cama tocando y creando música.
Según dice Garcia de sí mismo “viví mas de 65 porque que cuando la gente dormía yo seguía viviendo.”


¿Sorpresa?

Contradiciéndose con lo que antes había dicho, sobre el final de la nota el productor deslizó la posibilidad de que la leyenda viva del rock hispanoparlante aparezca en el Cosquín Rock 2017, donde habrá una celebración por los 50 años del Rock Argentino y el logo del mega evento este año es en honor a García (el mismo es una mano-teclado).



Hernán Para Cinema Verité

martes, 8 de noviembre de 2016

Adelanto de “Diario de viaje” el nuevo libro de Fito Páez. Un capitulo sobre Charly García

Diario de viaje. Un año de aventuras y Rock & Roll.

Este mes Fito Páez presenta “Diario de viaje”, su segundo libro, luego de haber debutado en la literatura hace tres años con la novela  “La puta diabla”.

A continuación el fragmento, a modo de adelanto:

17 de noviembre 2015

La llamo a Mecha Iñigo, la novia de Charly, y le digo que queremos ir con Eugenia y mis hijos a darles cariños y llevarles unos regalos. Me dice que por supuesto. Ok, sábado a la tarde era ideal porque estábamos todos. Mis hijos aman a Charly porque han crecido con su música y porque su padre les ha contado todas las historias que se le puede contar a un niño de entre tres y quince años. Lo otro, mucho de lo otro, ya se lo comienzan a imaginar.

Salimos en un taxi rumbo a Barracas, que era donde se encontraba la clínica donde estaba internado nuestro genio de titanio. A medida que nos acercábamos fue inevitable pensar que Charly estaba internado en los márgenes de la ciudad donde nació, escribió y vivió toda su vida. Y que aquel lugar, paradójicamente, parecía el del exilio.

Él quiso algo imposible. Yo también. Aún lo intentamos. Entonces, ya sabemos de su particularísimo método de maravillización del mundo. Ok, para el que no lo sepa le cuento que es real. Solo hay que tener sensibilidad y ser un poco piola para darse cuenta de que todo lo que ha tocado este hombre dentro del lenguaje musical y en la vida de algunas personas (entre quienes me incluyo) se ha maravillizado.

Llegamos con flores para Mecha y un libro de Taschen sobre cine noir para Charly. Tenía una botella a medio llenar de Johnnie Walker negro y un paquete de Marlboro también por la mitad. Nos reímos, nos abrazamos, contamos chistes. Yo me quedé a su lado y los demás en la cama de enfrente. “Charly, qué pena tantos viajes… Este año vi poco a mis hijos, no pude estar cerca tuyo todo lo que hubiera querido… ¡Estoy harto de viajar!”, le digo con tono sincero pero algo sobreactuado. A lo que él responde: “Ay, ¡mirá cómo sufre el señorito! Yo, sin embargo, cuando bajo esas persianas estoy en París, en New York, en Los Ángeles, donde quiera…”

Otra vez. Implacable. Demitificador y positivo. Con todo su impedimento físico, igual no aflojaba. “Esa careta idiota que tira y tira para atrás”. Aquella línea de El Fantasma de Canterville, escrita sobre mediados de los 70 no era una frase ingeniosa solamente, era uno de los eslabones más enérgicos y auténticos de su ADN.

Me dice que va a grabar el álbum nuevo en el Hotel Faena, que después va a ir a los estudios Criteria en Miami a no sé qué, y después a terminarlo con Joe Blaney en NYC.

–Ok: ¡ponelo ya! –le digo.

Escuchamos todo el álbum con el ritual de siempre. Él gesticulaba y balbuceaba algunas letras y yo acompañaba, también gestualmente. En absoluta conexión telepática, sabiendo en muchos casos que lo que vendría a continuación. A ninguno de los dos nos sorprende ya este efecto. Todo era increíble. Él en la cama. Mis hijos detrás. Nuestras novias mirándonos como a dos locos, y la música y las palabras que salían de aquel parlantito atado a la agarradera de la cama ortopédica en aquella habitación en las orillas de una ciudad que se olvidó de todo.

Cuando termina le digo que hay que grabarlo ya. Y así iniciar la aventura del registro con una banda de músicos y luego la mezcla por todos los lugares que me había enumerado minutos antes. Me responde: “No, ya está hecho”.

Después puso una canción del último álbum de David Crosby que contrastaba totalmente con la estética de lo que acabábamos de escuchar y allí volvés a descubrir ese espíritu infinito que se llama Charly García. La obra de Crosby era de una prolijidad y un refinamiento de grabación superior. Él, Charly García, había grabado en varios iPads y estudios prestados durante el último año y había logrado una obra salvaje y refinada como un cuadro de Pollock o Basquiat. ¡Cuidado!, los dos materiales eran impecables. Uno surgido de un espíritu caótico, en llamas. El otro de un hombre entrado en años, viejo aristócrata del canto blanco de la costa oeste norteamericana.

Antes de irme me dijo con esa mirada de niño travieso:

–Le pregunté a Joe cómo podía hacer para levantar la calidad del disco. ¿Sabés qué me contestó?
–No –le respondí.
–Ponelo en un ascensor.


Anexo – ¡OjO!

Charly es un niño envuelto en cuerpo de hombre; los ojos pícaros, la actitud maldita, la destreza del pensamiento y esa fabulosa capacidad para que todas las fuerzas jueguen a su favor. El don de la música es su látigo implacable y como todo gran artista no presta atención más que a sus sentimientos.

“Canción para mi muerte” ya contenía la idea de la tragedia. Un flaco entendiendo con esos acordes, que podrían ser de Haydn, el sentido del mundo. “Confesiones de invierno” es su primer intento de incorporar la gran orquesta. Gustavo Beytelman escribe y dirige con maestría arreglos que harían historia y Charly se siente como pez en el agua. Alguien que se anima en los comienzos de los 70 a jugar en estos terrenos sin ningún complejo. Él sabía de qué se trataba porque el piano le daba esa dimensión. Expandir los acordes en “Cuando yo me empiece a quedar solo” no era que se podía jugar a la Europa y al tango. Era también fundar una nueva forma del tango con todos sus elementos melódicos, armónicos y rítmicos. Nebbia y Spinetta están en una dirección similar. Pero ahora estamos con él, que reinventa la música argentina y así una pieza fundamental para pensar la música popular y el tiempo.

Tendré los ojos muy lejos
Un cigarrillo en la boca
El pecho dentro de un hueco
Una gata media loca.

Un escenario vacío
Un libro muerto de penas
Un dibujo destruido
Y la caridad ajena.

Un televisor inútil,
eléctrica compañía
La radio a todo volumen,
y una prisión que no es mía.

Una vejez sin temores
Una vida reposada
Ventanas muy afiladas
Y una cama tan inmóvil.

Y un montón de diarios apilados
Y una flor cuidando mi pasado
Y un millón de voces que me gritan
Y un millón de manos que me aplauden
Y el fantasma tuyo, sobre todo…
Cuando yo me empiece a quedar solo.

Es el relato de un hombre que triunfa en la vida y se queda solo con esa historia de amor, vaya uno a saber de qué tipo, pero de amor al fin, porque lo nombra fantasma y convive con él a partir de un momento determinado, a partir del cual se transforma en su conciencia melancólica. Ese fantasma, que para cada uno de nosotros significará algo especial que nos une de alguna manera al mundo que no fue el que deseamos enteramente. Ese fantasma puede ser algo que perdimos y no lo hubiéramos querido perder o nosotros mismos vueltos esos fantasmas, que nos impidieron ser más felices y así menos plenos.

Como siempre, García es poderoso a la hora de la verdad. Poder resumir en una canción una historia de este tipo es una tarea inusual. Mientras Mann se toma setecientos y pico de páginas para contar lo suyo en La montaña mágica, García se toma cinco minutos. Los dos están hablando del tiempo.

Estamos en la Argentina, 1974.

“Pequeñas anécdotas de las instituciones” marca el comienzo de una nueva y personalísima etapa en la música popular contemporánea en castellano. Charly se mete con los mellotrones, los minimoogs, los clavinets y entonces alguien nos enseña que se puede seguir inventando maravillas en un mundo que se va degradando. Estamos en el 75, y ya comenzaban a aparecer los desaparecidos. García va para adelante, se carga los muertos, pero también las ganas de vivir. Adelanta la aguja en un país que solo busca anestesia e inventa La Máquina de Hacer Pájaros, un grupo en consonancia con las tendencias sofisticadas del momento, más único.

Único porque la uniquidad la daba el tirando el minimoog al piso, bailando en un país que no lo hacía, juntando a los Beatles con Genesis, arrancando un concierto en Rosario con una rosa en la boca y las piernas repartidas entre los teclados en V.

Provocando.

¡Ojo! Charly es algo.

El segundo de La Máquina nos regala “Ruta perdedora” y “No te dejes desanimar”, canciones que ya querríamos haber hecho. Después se monta Serú Girán, el máximo refinamiento dentro del rock popular escuchado en la Argentina. Después, y eso habla bien de la gente aquí, tuvieron éxito. Las canciones eran “Alicia en el país”, “Eiti Leda”, “Cuánto tiempo más llevará”, “Seminare”, “La grasa de las capitales”, “A los jóvenes de ayer”, “Encuentro con el diablo”, “Peperina”, “No llores por mí, Argentina”.

Llega en el 82 Yendo de la cama al living, álbum bisagra. Nada volverá a ser lo mismo en la canción popular argentina, otra vez. Vuelve a reinventar todo. Piazzola, Dylan, la falopa, Lennon, la imposibilidad de ser diferente sin ser condenado en una plaza, Willy Iturry, la viola muteada con delay corto, el tambor fuerte, el conservatorio europeo… Pareciera estar diciéndonos: “Me duermo con todos ustedes porque yo ya lo sé”. Puig y García Márquez como telón de fondo.

Después vino Modern clics, la música del futuro. Kubrick y la exactitud.

En los 80 se movía Charly, intentando centrar la escena. Todo pasaba por él. El centro del mundo estaba en Buenos Aires y él era Buenos Aires. El bar Einstein, La Esquina del Sol, Cemento, El Parakultural, su casa. A los únicos a los que no les asustaba la cocaína eran a él, a Fogwill y a Symms.

Después vendrían Parte de la religión y Cómo conseguir chicas, joyas argentinas modernas. La hija de la lágrima es un disco extraño, piedra fundacional del futuro del siglo treinta y nueve. Un álbum hecho de pequeños retazos, aparentemente inconexos, que desafían al oyente desprevenido a perderse durante una hora en un caos que asustó a seguidores y crítica porque Charly, ahora sí, se había vuelto loco y esto era lo que todos habían estado buscando durante tantos años.

El mundo necesita arrinconar al que se anima a más porque pone todo en peligro, como si no lo estuviera ya. García estaba aburrido de los acordes, del cuatro por cuatro, del desarrollo de la canción, de los timbres de los sintetizadores y ahora iba por más. Desarma la forma de composición convencional y se encierra en un estudio con sus demos caseros, películas y CD favoritos a inventar una forma nueva con su ya conocida audacia. Todos, casi sin excepción, se horrorizaron. La máquina de matar estaba lista otra vez, buscando esa perfección pequeñoburguesa. Charly ya no era material de consumo en los hogares argentinos, su música molestaba y agredía. Había perdido la canción, decían.

Pero su arte trasciende y se sitúa fuera de los cánones de la música de confort para un mundo globalizado. Se vuelve más específico y original. Busca el error casi como un místico. Funda una mística, como todos los grandes artistas. Nos hace repensar el sentido de un arte salvaje, todavía posible. Un arte vivo, que destile odio y humor, pasión y amor, y que nos intime a ser más inteligentes y volver a descubrir el mundo en el que vivimos. Yo no sé quién podría ufanarse de eso aquí. Mientras tanto, García era el falopero más grande de la historia argentina, como si eso no significara algo. Su carrera estaba “acabada” y eso era bueno “aquí”, porque correspondía con nuestra más noble y enloquecida tradición de intentar construir todo otra vez sobre lo recién destruido por nosotros mismos, intentando así refundar el mundo, como si esto fuera posible.

Esta idea volvería loco a cualquiera. A Charly jamás, pienso, mientras llegamos en un micro viejo y destartalado a Capilla del Monte a tocar algunas de sus canciones.

Por: Fito Páez