Desde que a mediados de los 80 Miguel Zabaleta, del grupo Sueter, lo rebautizó Vön Quintiero, su vida cambió para siempre. A los 19 años, en 1985, fue "el cuarto Soda Stereo"; dos años más tarde, Charly García lo sumó a su banda Los Enfermeros y luego, tras una década a las órdenes del bigote bicolor, pasó a formar parte de Ratones Paranoicos. "Siempre toqué en marcas importantes -dice- y quizás eso, en algún punto, me haya perjudicado en el momento de emprender un proyecto propio". Luego de una hora de charla en la que recordó lo difícil que fueron los primeros días tras la internación de Charly, de su tratamiento, de su recuperación y de los shows que ofrecerá García hoy y pasado mañana, en el Luna Park; luego de dialogar cómodamente de cocina, de fútbol, de rock y de televisión, Fabián Quintiero -desde hace tiempo conocido como "Zorrito" o "Zorro"- se anima a pensar su pasado.
"Toqué con mucha gente -sostiene-, pero no tengo... ehhh, cómo decirlo... no tengo acciones de algún negocio que me permita vivir solamente de la música".
-¿Por qué?
-A ver, repasemos: con Soda Stereo fui siempre un músico invitado, jamás iba a entrar al trío. El trío era hermético, para la imagen y para el negocio. Ellos lo tuvieron en claro y me lo transmitieron. Por eso también decidí irme a tocar con Charly. Además, quería aprender y cambiar, pero bueno, con Charly... las acciones las tiene él. Y si bien con los Ratones tuve una situación más de banda, yo me sumé a un grupo ya consagrado, no era mi historia.
-¿Nunca te lo propusiste?
-Yo creo que el hecho de no cantar me limitó bastante y reconozco que quizá me dispersé en muchas cosas en vez de hacer la mía. Además, al estar acostumbrado desde pendejo a tocar en marcas importantes, en escenarios grande y todo a lo grande, quizás haya sido difícil para mí tener que salir con la mía y arrancar de abajo. Cuando pude haber hecho algo, después de grabar el U nplugged con Charly, hice televisión (el programa Gustock , en MTV), abrí un bar (el primero de muchos, el Soul Café) y son cosas de las que también estoy muy orgulloso. Quizá no hice un disco, pero hice un restaurante que fue un lugar de encuentro para los rockeros. No toqué con Spinetta, pero el Flaco viene a comer a mi restaurante y me dice: "Ese pulpo que hacés no existe, me inspira". Y yo me vuelvo loco, no te voy a decir que sea como tocar con él, pero para mí es un honor y estoy contento. Esa es mi parte italiana, a la que le gusta comer y agasajar al amigo con una buena comida.
El regreso
En 2008, sin planes musicales a la vista, Charly García lo volvió a llamar para que se sumara al "operativo retorno", tras seis meses de internación. "Creo que me llamó a mí porque sabía hacer el trabajo de tecladista de Charly, porque lo había hecho, porque me gusta hacerlo. Tocar todos esos arreglos y esas armonías es un lindo laburo como tecladista."
-En todo este tiempo, ¿qué fue lo más difícil de esta nueva etapa junto a Charly?
-Lo más difícil fue al principio, la primera vez que fui a la clínica; entrar a un lugar donde pasás por tres puertas y las cierran con llave detrás tuyo, ¿entendés? Y cuando entré, Charly estaba en una pieza con rejas. Yo le llevé un teclado y quizá también ese hecho signifique mucho para entender por qué hoy estoy con él: le llevé un teclado que usaba en la época que tocaba con él y unos auriculares. Charly me abrazó, lo abracé y no nos dijimos nada. Lo primero que dijo fue: "Enchufalo". Se puso los auriculares y empezó a tocar. Ahí me mostró parte del tema "Deberías saber por qué". Fue un momento emocionalmente difícil. Después todo se acomodó y creo que aporté lo mío de la mejor manera que podía: armando un set de teclados que suena como él quiere.
-¿Van a grabar temas nuevos?
-Ya grabamos cosas en Luján, pero bueno, él habla de un disco nuevo porque sabe que es parte de lo que hace un artista. No es fácil, él mismo dice que es difícil porque tiene un standard muy alto de composición y no va a hacer cualquier cosa. Por eso no creo que grabar un disco sea lo más inmediato. Charly está más entusiasmado en viajar, que en grabar. Y está bien que así sea. Se merece un descanso después de 40 años regalándonos canciones.
El Luna Park, un clásico del rock argentino.
El "Zorrito" dice que en los shows del Luna Park "se va a poder mostrar completo el cuento que habíamos ideado para Vélez", que no se pudo ver debido a la tormenta. "Habíamos trabajado mucho para ese concierto. Hicimos 70 ensayos antes, incluyendo algunos con la puesta que finalmente no se pudo hacer. Por eso creo que con estos shows vamos a cerrar el círculo."
-¿Cómo está García?
-El ahora más que nunca es el director de la orquesta. Por cómo está en esta etapa de su vida, más tranquilo, menos eléctrico, digamos, va mucho de director. Incluso durante un tema hace un ademán de director de orquesta que me parece que lo pinta muy bien en este momento. Ahora escucha todo y nos dice qué es lo que quiere. Antes cada uno hacía lo que quería, porque Charly estaba en su propio viaje, pero ahora te escucha... Igual, es terco como él solo. Cuando tiene una idea es muy difícil que cambie de opinión. Con lo cual, lo que quiero decir también es que nosotros estamos bajo sus órdenes y no al revés, como muchos piensan. No se hace nada que él no quiera. Ni cosas del negocio ni la lista de temas ni los arreglos ni las ideas del show. Bueno, es Charly García y se impone. Tiene con qué ser terco.
-¿Después de estos conciertos, cuál será el próximo paso?
-Hay que ir despacio, él todavía está bajo tratamiento. No lo dejó ni se rebeló y eso también es nuevo para él. En el pasado ha probado tratamientos y se rebeló. Ahora, en la intimidad, jamás me dijo "sacame de acá, no quiero más esto". Es un tipo grande, de 58 años, y se dio cuenta de que tuvo ciertos excesos. Dejó la joda por completo, está con su pareja, va al cine, hace natación y llega al ensayo antes que nosotros. La verdad, no sé cómo sigue la historia. Lo único que te puedo decir es que estos conciertos son muy importantes para él.
-¿Y para vos?
-A mí lo que me mueve es que será la primera vez que toque en el Luna con Charly, un lugar en donde lo fui a ver muchísimas veces como público. De hecho, cuando tocamos el año pasado yo prefería hacer cuatro shows en el Luna que uno solo en Vélez. El estadio es eyaculación precoz. Yo me quedo toda la vida con ir cuatro veces al Luna, estacionar el auto, bajar a los camarines, cambiarme, escuchar a la gente cuando se apagan las luces, subir, tocar, terminar e irme a comer una pizza por Corrientes. Eso es un clásico del rock argentino.
Ayer y hoy, los tres enfermeros de Charly
"El primer día estuve solo con Charly y comenzamos a ver qué era lo que quería hacer después de la internación en la clínica; al otro día llegó el "Negro" García López y al día siguiente se sumó Hilda [Lizarazu]. Revisamos los temas, limpiamos los originales y lo ayudamos en todo lo que podíamos", recuerda Quintiero sobre los orígenes de esta nueva banda, que acompaña a García desde mediados del año pasado.
-¿Y cómo funciona el ensamble con el trío de músicos chilenos?
-Charly siempre quiso juntar esas dos situaciones: la banda con la que tocó antes de la internación [Kiuge Hayashida en guitarra, Carlos González en bajo y Tonio Silva Peña en batería] y nosotros, que habíamos sido la banda con la que más años tocó. Yo al principio no lo veía, pero Charly siempre defendió la idea de juntarnos. Son dos bandas mezcladas, distintas, que sólo Charly puede dirigir juntas.
-¿Cuáles son las mayores diferencias entre este reencuentro y aquella primera formación de Los Enfermeros, de 1986?
-En esa época yo recién empezaba, tenía 20 años y tocar con él era todo ilusión, aprendizaje total. También era una época en que nos veíamos mucho más fuera del escenario, íbamos mucho a su casa, íbamos a comer, salíamos todas las noches, íbamos a Prix D´ami, curtíamos más juntos la vida en general. Hoy las cosas son distintas, estamos más grandes y cada uno puede tener su historia aparte. Además, aunque lo sigo respetando como siempre, ya no le tengo el miedo que le tenía en aquellos años. Cuando arranqué, su palabra era lo único que valía. Por ahí tenía que salir con alguien, ir al cine o lo que sea y no te dejaba ir del ensayo. Nadie se animaba a decirle nada, ni se discutía. Ahora te escucha más. Además, otra diferencia importante es que en aquella época estaba [Fernando] Samalea. A todos nos hubiera gustado que él tocara la batería, pero ya estaba comprometido con Cerati.
Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION y edición sin barreras
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