Historia hecha canción-En más de dos horas, Charly García brilló en el Espacio Duam, que también tuvo a Fito Páez en escena para escribir otra página gloriosa del rock nacional.
Es sabido que aún Charly se encuentra en plena recuperación de su salud tras algunos excesos del pasado que supieron tomar dimensión pública. Pero también es sabido que el talento de Carlos García Moreno está intacto. Y eso quedó expuesto en la ciudad el sábado pasado en el Espacio Duan donde ante unas cinco mil personas regaló un concierto sublime e histórico que tuvo su punto culminante con la presencia en escena de Fito Páez. Ambos, cerca de las 2.30 de la madrugada del domingo, interpretaron “Desarma y sangra” con un colosal Páez en piano -‘Beethoven’, soltaría Charly- y una demoledora versión de “Ciudad de pobres corazones”.
El andar de García, que en todo momento estuvo de buen humor narrando historias o tirando chistes con su clásica ironía -“Hay que quemar a Tinelli, alguien lo tiene que hacer”-. Se vio un poco lento, y su habla y canto, en ocasiones fueron quizás un poco dificultosos. Sin embargo, a los genios como él se les perdona y permite todo. Y justamente ante cada pisada en falso su gente respondió con cariño, alabes y aplausos para bancar a muerte al ídolo entrañable.
En más de dos horas, Charly y su terrible banda, a la que bautizó The Prostitution, hicieron un extenso recorrido por la inagotable obra del bicolor, que hasta se tomó el tiempo de pegarse un paseo por Sui Generis con “Instituciones” e irse a los ’80 con “Clics modernos”. “Yo pinté una época” diría Charly al caer en ese álbum que fue incomprensible para ese tiempo, aunque hoy es uno de los discos más valorados del rock nacional por su quiebre musical.
Para llevar adelante toda esa dimensión musical (rock, tango funk y una parte de música clásica) que crea a su antojo, García estuvo bien rodeado. Tuvo el sonido afilado del Negro García López y Kiuge Hayashida, en guitarras. La firme y flexible base rítmica sostenida por Carlos González (bajo) y Toño Silva (batería).
Por otro lado, y en una especie de asistente de dirección, en los teclados contó con el inseparable Zorrito Von Quintiero, más un trío de realzadas cuerdas: viola, violín y chelo. A eso hay que sumarle a Fernando Samalea, quien a los 17 fue el baterista de García (en tiempos de “Parte de la religión” y “Cómo conseguir chicas”) y hoy ocupa un lugar en la percusión con vibráfono y sobresaliendo con bandoneón que le da un realce mayor a varias canciones.
Como siempre, para pasar por variados colores musicales de un repertorio que pegó profundo en las diferentes generaciones que estuvieron presentes, Charly se mantuvo siempre adelante con piano, teclados eléctricos y por momentos guitarra, para cantar solitariamente o junto a Rosario Ortega, que por cierto, cumple en coros aunque aún le falta mucho oficio para llegar en los zapatos de Hilda Lizarazu, vocalista que estuvo la anterior visita del músico en el Ruca Che en junio de 2010.
Desde hace cuatro décadas el poder de la palabra de Charly ha hecho que frases queden de forma indeleble en un lugar de la cabeza. Porque muchos de los que lo fueron a ver al Duam se reconocen con su canciones o frases, entonces García se encarga de recorrer nuestra historia hecha en canción. Y ahí es donde marcó un período nefasto con “Los dinosaurios” y “No siguen pegando abajo”. Y también destapó aspectos de su vida personal: “Asesíname” e “Influencia”.
Chicos que van llegando a los 20 años, los de la camada de “Tu vicio”, padres pertenecientes a “Promesas sobre el bidet” y los más nuevos del tramo de “Rock and roll y yo”, sintieron y vibraron con Charly que cautivó al regalar clásico como “Rezo por vos”, “Yendo de la cama al living”, “Pasajera en Trance”, “Cerca de la revolución” o canciones lado B para los más fanáticos como “Anhedonia”.
Charly García, guste o no, desde siempre estuvo ligado a la historia y sociedad de este país. Con todo su calvario y renacimientos hay una parte reservada eternamente en el corazón para él. Y la respuesta que tuvo ante miles en su última visita quedó más que confirmada (“Son un público elegante y cariñoso”, dijo en tramo del show) con una despedida emocional con “Canción para mi muerte” que marcó una noche histórica hecha canción en la voz de un hombre que de a poco va reencontrándose. (L.C.)
Fuente: La Mañana de Neuquen.
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